Como candidato prefería viajar en tren, hacer las compras en su barrio y tener contacto directo con la gente; elegido ayer presidente, François Hollande apuesta por una "presidencia normal", que concibe como una nueva forma de dirigir Francia, opuesta a la de Nicolas Sarkozy. "No me gustan los honores, los protocolos ni los palacios. Yo reivindico la simplicidad, que no es modestia, sino la marca de una auténtica austeridad. Me gusta la gente, cuando otros están fascinados por el dinero", manifestó. ¿Vivirá en el palacio presidencial del Elíseo?, se le consultó: "si es posible, me quedaré donde vivo", apuntó su compañera, Valérie Trierweiler, aunque reconociendo que podría ser complicado seguir residiendo en su piso del suroeste de París, por razones de seguridad. En una Francia que a menudo es calificada de monarquía republicana a raíz del gran poder del Presidente y la importancia del protocolo, el estilo de Hollande se resume un pocas palabras: constancia, respeto, unión. Él mismo esbozó el retrato de un presidente normal: "tiene que ser al mismo tiempo cercano y respetado, y para ello tiene que ser respetable, dar el impulso, pero no ocuparse de todo".